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viernes, 6 de diciembre de 2013

Sobre trabajo y necesidad

Hace ya tiempo que vengo pensando en escribir reflexiones sobre el trabajo, la economía en general y las necesidades propias de nosotros los humanos, entendiendo trabajo como esfuerzo que produce y/o transforma bienes. Sin embargo, no soy ningún erudito económico y siento no poder ofrecer aquí una versión formada o basada en complejas estadísticas macroeconómicas y teorías políticas complejas. Pido disculpas por ello.

Mi reflexión se produce por el hecho de que, simplemente observando, se puede uno enterar de la espectacular transformación que ha sufrido el mundo desarrollado en los últimos tiempos (30, 40 años, o un siglo, me da igual). Hemos pasado de tener que emplear millones de personas en la recolección de nuestros campos a utilizar máquinas que reducen el número de empleados necesarios (no sé, ¿de cada 10 trabajadores se habrá pasado a necesitar 1?). Estamos viendo cómo no es necesario, o cada vez menos, que personas tengan que pasar todo el día picando en la mina para extraer carbón, porque somos capaces de generar electricidad con el viento o el sol. Y ejemplos de todo esto cabría enumerar cientos.

Vemos, sin embargo, como datos que socialmente o en general pueden ser clasificados como positivos, se traducen como negativos al tratarlos de forma individual o parcial (el caso de la minería y los mineros es un claro ejemplo de ello). Pongamos un ejemplito: imaginemos que, por la tecnología que fuese, la sociedad pudiese distribuir la información sin la necesidad de papel (y su alternativa fuese ecológicamente mejor). Creo que todos estaríamos de acuerdo en que sería genial no tener que talar árboles, producir el papel, distribuirlo, etc. Sin embargo, por otro lado tendríamos a todas las personas que trabajan en ese sistema de producción en contra, pues se les cortaría su modo de vida. El reto, por tanto, pasa por ahí, por inventarnos un sistema en el que las bondades de estos avances se traduzcan en beneficios sociales, no en despidos y "vayan ustedes a buscarse la vida por ahí". ¿Acaso no es genial que, en lugar de tener que haber 10 personas vareando un olivo durante 1 día, se sea igual de efectivo con 3 personas y sólo medio día? Por supuesto que sí, eso creo que se denomina productividad. Pero claro, si soy más productivo yo para que otro se quede parado, pues menuda ganancia que hemos tenido. Esa es, por tanto, la clave: ¿quién y cómo gana con el aumento de la productividad? ¿es la productividad y su aumento la condición básica de la competitividad? ¿cómo combinamos el aumento de productividad con modelos cooperativos a gran escala?

Dado nuestro sistema de producción y consumo basado en los salarios, es necesario que cada vez más gente esté empleada y, por tanto, produciendo. Pero digo yo, ¿produciendo qué? ¿qué necesitamos a día de hoy? ¿qué hay que inventar de más? ¿la cantidad de trabajo posible tiene algún límite? Entiendo aquí que debemos pasar por un proceso de definición de nuestras necesidades básicas (alimentación, movilidad, medicina, y lo que el común de los mortales definamos) y que nuestros esfuerzos (trabajo) deberán ir encaminados a cubrirlas. Si no, ocurrirá siempre lo que hoy: personas productivas que apenas tienen tiempo para sí y que emplean parte de sus ingresos en "necesidades secundarias" (imaginemos unas mega-vacaciones al año, por ejemplo), mientras que otras personas no productivas lo pasan fatal para cubrir sus necesidades más básicas. En mitad de esta burda clasificación quedaría lo que se ha venido en llamar el precariado, que ya pasa penurias para llegar a fin de mes estando entre la sociedad productiva.

Ahora tocaría hablar de lo más difícil: las alternativas. Vaya marrón. En primer lugar, entiendo que el aumento de la productividad que se genera en una sociedad debe beneficiar a dicha sociedad. Por tanto, debe inducir a un reparto de las fuerzas productivas necesarias resultantes. Traducido: reparto del trabajo y reducción de la jornada laboral con el aseguramiento de un sueldo suficiente. Además, dado que nuestro querido planeta parece dar poco más de sí, no se trataría ya de ir aumentando la tarta para que se puedan repartir mejor los trozos, sino que tenemos que partir los trozos de forma que todos nos beneficiemos. Traducción: terminar con el dogma de que para crear empleo hay que crecer económicamente (y por tanto en consumo). Creo que las bases ya están sentadas con alternativas como la Economía del Bien Común, las propuestas decrecentistas y multitud de ejemplos de cooperativismo, en los que debemos profundizar para realizar el cambio. Por último, dado que se ha comprobado que en el mundo existen los recursos necesarios, sería interesante la instauración de una renta básica universal e incondicional, como derecho básico de las personas y que permitiría la subsistencia mínima deseable así como unas condiciones de negociación laboral sin el paro como alternativa, lo que hoy en día da al empresariado unas enormes ventajas.

Y hay todavía un cambio más radical: el de la conciencia propia. Pasar de ser lo que la sociedad mercantilizada ha tratado como recursos humanos (en el mismo plano que se tratan otros recursos, como un gasto o una inversión) a ser los objetos últimos de la economía o los beneficiarios de ella, junto con el respeto por nuestro entorno y la adecuación a él, que no es más que la matriz que nos contiene y nos permite desarrollar nuestras relaciones, también las económicas. Además, hoy en día, entender que el disponer de una renta suficiente y más tiempo libre en lugar de intentar tener cada vez mayor renta para consumir cada vez más bienes objetivamente innecesarios, es el cambio interior que debemos aspirar a tener. La alternativa a esto es seguir con este sistema depredador, competitivo y consumista que, en mi humilde opinión, nos lleva al colapso.

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